NUESTRA OPINIÓN …
Sala de espera es la primera novela de Iván de Cristóbal, una novela en la que hilo conductor, el que marca el ritmo, es el paso del tiempo y, sobre todo la evolución de los personajes con el mismo.
Sala de espera comienza presentándonos la historia de dos mujeres totalmente diferentes. Por una parte tenemos a Mariona, una joven médica que aguarda en la sala de espera de un juzgado el veredicto de un jurado popular y, por otra, Lucía, una mujer de mediana edad que aguarda en la sala de espera de una importante empresa tecnológica la entrevista que será su última oportunidad para salvar lo que le queda.
A partir de esta premisa, el autor parte de los veinte minutos anteriores a las 11 de la mañana para contarnos qué es lo que pasa por la cabeza de estas mujeres en una cuenta atrás con un fin en el que todo cambiará para ellas, para bien o para mal. En esos veinte minutos, desgranados capítulos a capítulo con una narración en tercera persona y en presente, el autor hace que empaticemos con ese nerviosismo de las dos mujeres que ven pasar todo lo que les ha llevado hasta la situación en la que se encuentran.
Así, es como conoceremos que Mariona ha llegado ahí como acusada por no respetar las creencias y el testamento vital de una testigo de Jehová que llegó embarazada de 32 semanas y desangrándose, en su primera guardia como residente de primer año. Este acontecimiento hizo que Mariona tuviera que tomar ciertas decisiones sin pensar en las posibles consecuencias, decisiones que le han llevado a someterse a un jurado popular que tratará de discernir si merece ser condenada por salvar la vida de dos personas pero sin tener en cuenta sus creencias. Y aquí es donde el autor nos plantea la reflexión más importante de este libro, cómo no somos capaces de tratar de entender a los que piensan diferente a nosotros y tratar de empatizar con ellos.
Quiero dejar claro que el autor en ningún momento trata de posicionarse en un sentido o en otro, simplemente plantea al lector la disyuntiva de qué hacer en el momento en el que ciencia y religión se enfrentan, qué habríamos hecho cualquiera de nosotros en la situación de esta joven médica pero también qué haríamos si formáramos parte de este jurado popular que tiene que condenar o absolver un acto de este tipo. Iván de Cristóbal trata de acercarnos el mundo de los testigos de Jehová – no pueden recibir transfusiones sanguíneas por sus creencias – para que podamos entender cómo piensan y sobre todo el porqué de sus creencias, que podamos entender que sus convicciones no son mejores o peores que las nuestras sino que simplemente son diferentes y marcadas por el entorno en el que se han criado. En mi caso al menos ha conseguido hacerme reflexionar sobre porqué tratamos de enfrentarnos a aquello que no conocemos en lugar de tener la información sobre ello, los prejuicios que hacemos a veces sin conocer en profundidad ciertos temas.
Por otro lado, Lucía es una mujer de mediana edad que hipotecó su vida para apostar por los sueños contagiados de un socio que la estafó con la promesa de un invento innovador que les cambiaría las vidas. Lucía también hará en esos veinte minutos una reflexión de cómo ha llegado hasta ahí, cómo se dejó convencer y cuál es su situación actual.
Todo ello, para llegar a esas 11 de la mañana en las que la novela coge el ritmo de un thriller habitual y vemos por una parte el fallo de la sentencia y por otro el desarrollo de esa inusual entrevista en la que todo dará un giro de ciento ochenta grados. Tengo que decir que el autor ha creado una novela breve con un final absolutamente maravilloso que no me he visto venir en ningún momento.
Sala de espera es un thriller diferente, de capítulos cortos, que aúna suspense, actualidad y reflexión y en el que el tiempo será casi como un personaje más de la trama. Con una fina ironía, complicada de introducir en este tipo de historia, Iván de Cristóbal ha construido una novela con un final a la altura del nivel de reflexión que plantea a lo largo de toda la historia. Sin duda, será un autor para repetir.
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