Rostrum ¿Cómo padecer afantasía y ser escritor?

Caligrama, febrero 2020

Rostrum de Moix Corelli ¿Cómo padecer afantasía y ser escritor? Esta obra es un entresijo de historias que presentan al asesino y la víctima unidos por la misma pasión.

Caligrama publica Rostrum, de Moix CorelliEl autor tarraconense, con tan solo 23 años, escribe su opera prima. Un texto que juega a la realidad y a la ficción, y que ha escrito a pesar de sufrir afantasía. La afantasía es una extraña dolencia que impide a la persona evocar imágenes con la mente. Esto es que el escritor construye sus pensamientos a través de las palabras y no a través de representaciones mentales. «Lo que hago es jugar, dejarme llevar por las palabras, hilar su hechizo en un dibujo invisible que para mí sea bello y para el lector real», dice Corelli.

La obra habla de mundos opuestos y de vidas opuestas. Todo sucede en Taragona, en la terrible posguerra en la que el hambre y la miseria asolaban todo. Salvador, el protagonista, es un joven de 17 años que vive con su madre y con su hermana. El recuerdo de alguien, a quien creían muerto, vuelve para revolucionar sus vidas. Las historias se trenzan en una trama en la que el amor y la muerte reinan todo. «Ocho míseros y deleznables segundos. Se tardaba más en apretar un gatillo y que la providencia decidiera si debía acertar o no la bala. Pero no había disparo ni ruido; solo ese tiempo, un instante. La única proporción que conocía la muerte. Ocho míseros y deleznables segundos, y una de las dos moriría. Ojalá me hubiesen enterrado antes de abrir aquella carta», dice un fragmento de la novela.

El escritor se maneja con ocurrencia y desparpajo narrativo. Su literatura es pasional y profunda, y su gramática compleja y mágica. El libro bebe de autores como Baudelaire y el romanticismo impregna esta obra, libre e hipnótica.

Moix Corelli nació en Tarragona, el 20 de marzo de 1997. Siempre afirmó que la auténtica literatura se construía con vivencias, utilizando la creatividad solo como refuerzo; y eso, sin él saberlo, le llevó a aprovechar sus situaciones más dichosas y desafortunadas entre papel y tinta. A los veintiún años corrigió la obra que llevaba escrita desde sus dieciocho, Rostrum, dotándola de un enfoque único al ser consciente de una rara afección que lo acompañaba: su mente era ciega.

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