Ingenio Comunicación, noviembre 2020
25 años después, Editorial Perravida lanza una nueva edición de Amor, curiosidad, prozac y dudas, con prólogo e ilustraciones de su autora, Lucia Etxebarria. En su día, esos dibujos no figuraron en el libro.
Telespan, compañía del grupo Vértice 360, prepara una serie de televisión que contará dónde han acabado las protagonistas, 25 años después.
«Es una oportunidad única y una gran experiencia asistir a la creación de la continuación de un libro de referencia para varias generaciones en el proceso de adaptación al audiovisual de la mano de Lucía. Es un gran acontecimiento que por primera vez la secuela de una obra se pueda disfrutar antes en la pequeña pantalla», asegura Alberto Rull, productor ejecutivo.
«Este libro se publicó originalmente en septiembre de 1997. Se escribió a lo largo de 1995.
Yo tenía entonces veintiocho años.
Cuando presenté esta novela, mi entonces jefa de prensa me dijo: “No digas por favor que eres feminista, que eso arruinará el libro”. Recuerdo que Almudena Grandes, hoy convencida de la causa, decía que “No existe la literatura de mujeres, solo la buena o mala literatura”; y algo parecido afirmaba Elvira Lindo. La opinión general era que los departamentos de estudios de género no deberían existir, y que el feminismo estaba pasado de moda. (…)
Veintidós años después, sigue vendiéndose. Y sigue traducido a veinte idiomas.
De los señores que me pusieron verde no he vuelto a saber. (…)
Hace veinticinco años yo pensaba que el progreso existía y que el mundo, por principio, evolucionaba siempre hacía mejor. Hace veinticinco años yo no hubiera podido ni imaginar que este libro que habla de sexismo, abuso sexual, discriminación laboral, cosificación, desigual reparto de las tareas domésticas… seguiría vigente veinticinco años después. Tampoco imaginaba que este libro sería de obligada lectura en universidades.
¿Por qué está ahora más vigente que nunca?
Yo escribí esta historia en un mundo sin internet. En el que la pornografía se movía por revistas, películas o vídeos. Ahora vivo en un mundo en el que a pornografía es un negocio millonario. (…)
Yo vivía en un mundo en el que se me juzgaba constantemente por mi aspecto (…) Ahora vivo en un mundo en el que el cuidado de la imagen y el culto al cuerpo se han convertido en uno de los aspectos más importantes.
Yo vivía en un país en el que muchas de mis antiguas compañeras de colegio vivían como Ana, encerradas en casa a cargo de las tareas domésticas. Ahora vivo en un país en el que las mujeres constituyen el 58% de la población inactiva. (…)
Yo vivía en un mundo sin móviles. Hoy vivo en un país en el que el 25% de las chicas adolescentes afirman haber sufrido control abusivo a través del teléfono móvil.
Yo vivía en un país en el que ni siquiera existía la expresión “violencia de género”. Eso era más bien, “cosas de la vida”. Vivía en un país en el que una mujer agredida nunca denunciaba. Hoy vivo en un país en el que solo un 17,3% de las mujeres entre dieciséis y veintinueve años denuncian la violencia de género, y solo un 26% de las mujeres a partir de treinta años lo hace.
Yo vivía en un país en el que no se hablaba de acoso ni abuso sexual. Hoy vivo en un país el que no se menciona nunca que el 80% de las violaciones, el 61% de los intentos de agresión sexual y el 34,4% de los tocamientos son cometidos por familiares masculinos, amigos o conocidos de la víctima.
Yo vivía en un país en el que la historia que vivía Cristina no tenía nombre, porque nunca se hablaba de abuso sexual a menores. Y hoy vivo en un país en el que las madres controlan las redes de sus hijos, para evitar que les seduzcan extraños, pero en el que nunca se menciona que en el 80% del abuso sexual infantil, el abusador es un familiar.
Pero hay algo bueno: hace veinticinco años el feminismo era una palabra tabú y una escritora que quisiera ser respetada no podía, no debía, afirmar en público que era feminista. (…)
Te doy la bienvenida, pues, a un mundo de ficción que refleja en espejo el mundo real.»
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