Destino, marzo 2025
Tras tres décadas con Bevilacqua y Chamorro llega su historia más íntima Las fuerzas contrarias.
Vuelven Bevilacqua y Chamorro con una doble investigación en los tiempos oscuros de la pandemia. Fieles a su ideal quijotesco, tratarán de ser los valedores de quienes a nadie más tienen.
Una de las sagas de más éxito de nuestro país, que celebra tres décadas con la historia más íntima y sobrecogedara de la serie. Un caso único, una doble investigación en los tiempos oscuros de la pandemia que los unirá como nunca y marcará un giro en su relación.
El subteniente Bevilacqua y la brigada Chamorro tendrán que enfrentarse a uno de los mayores retos de su carrera: el esclarecimiento simultáneo de dos muertes en el momento más crítico que ha vivido nuestra sociedad en las últimas décadas.
Dos casos que dejan huella, el de una mujer desaparecida en Badajoz seis meses atrás y el hallazgo del cadáver de otra cuyas circunstancias invitan a dudar que la enfermedad sea la causa de la muerte, en una novela que nos habla sobre cómo en mitad de la tragedia se hacen sentir las fuerzas contrarias a nuestro bien común, a nuestro futuro, a nuestra esperanza; unas fuerzas que vienen de más atrás y van más allá de la acción del virus.
Una narración que explora, a través del género negro y de la complicidad entre un hombre y una mujer que llevan media vida batallando juntos, una conmoción colectiva tras la que nada, tampoco para ellos, volverá a ser igual.
A unos kilómetros de Madrid…
Mientras todo el mundo se prepara para vivir una época incierta, en los primeros días del estado de alarma, el subteniente Bevilacqua y la brigada Chamorro se enfrentan a una ardua investigación, la de la inquietante desaparición de una mujer llamada Esperanza Gil en un pueblo de Badajoz. Para tratar de esclarecerla, uno de los miembros de su equipo, el cabo primero Arnau, se ha infiltrado bajo una identidad falsa en el vecindario del principal sospechoso. Mientras Arnau prosigue con su labor en el confinamiento, y cuando este ya dura dos semanas, otro caso llama a la puerta. El subteniente y la brigada deberán desplazarse hasta Toledo, atendiendo la llamada de un viejo conocido de Vila, destinado en el equipo de Policía Judicial de Illescas. El brigada López requerirá la ayuda de su amigo para aclarar lo que le ha ocurrido a Caridad Ajofrín, una septuagenaria a la que se encuentra sin vida en su casa.
Una vecina de la víctima puso en alerta a la Guardia Civil al no tener noticias de su amiga esa mañana, pues tenían la costumbre desde el inicio del confinamiento de llamarse dos veces al día. Hablaron la noche anterior y no parecía que padeciera ninguna complicación respiratoria o que le faltara el aire, pero al día siguiente nadie respondió a las llamadas. Esa fue la primera señal que llevó a sospechar a los agentes que se personaron en su vivienda; la otra, que era el tercer cuerpo que aparecía en ese mismo edificio en diez días: los dos anteriores, una anciana de ochenta y ocho y un anciano de ochenta y seis, ambos viudos, que también vivían solos. Dos muertes que, en ese caso y a falta de señales de violencia, se le cargaron sin más al «bicho de marras». El médico no subió siquiera y certificó la defunción desde el portal.
Todos los indicios apuntan a que algún desalmado ha aprovechado que la muerte se paseaba por las calles y ha obrado con el cálculo de que en medio del caos nadie se molestaría en investigar las causas. De ahí que el responsable del equipo de Policía Judicial del puesto de Illescas, con la mitad de la plantilla de baja por covid, acuda a Bevilacqua en busca del apoyo de los especialistas de la unidad central, con el fin de poder investigar con todos los medios necesarios, a pesar de las restricciones derivadas de la emergencia sanitaria.
Con la situación que ha traído la pandemia, resulta muy difícil sacar partido a las diligencias habituales. Pasarse dos días pendiente de un sujeto que no sale o solo lo hace para ir a comprar tiene poco sentido. Por no hablar de lo difícil que resulta, cuando alguien se mueve por la calle, controlarlo sin que se dé cuenta en una vía pública desierta.
Vila no dudará en corresponder, no solo por una deuda no explícita entre compañeros, sino también por Caridad, la víctima, y por todos los mayores que de la noche a la mañana vieron cómo su vida ya no valía lo que creyeron que valía. Como dice López: «Lo único que faltaba era que viniera un canalla y se aprovechara de que nadie mira para hacer algo así».
En paralelo, Vila debe ocuparse de mantener viva la investigación en Badajoz y darle a su compañero allí infiltrado todo el apoyo que necesita. En medio de la excepcionalidad, el esfuerzo suplementario que se les exige al subteniente y su compañera y la convivencia entre los dos, que en esos días extraños solo se tienen el uno al otro, los empujarán a ahondar en la peculiar naturaleza de la relación que los une y a interrogarse sobre su futuro.
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