Trago amargo es el orgullo

Universo de letras, septiembre 2022

Trago amargo es el orgullo: La (prodigiosa) novela que sirve de aprendizaje para convivir con las cornadas que nos da la vida.

Cecilia Villarejos (La Paz, Bolivia, 1951) llama la atención de la crítica especializada con una obra sin remilgos, que por momentos se asemeja a un campo de batalla y donde el lector podrá verse reflejado en sus propias cicatrices.

«Roland yacía bajo el blanco lienzo, descansando de todas las agitaciones, de los sinsabores, aflicciones, decepciones y agobios por los que había pasado, su expresión no era de dolor, sino de fatiga». «A pesar de que el acoso aumentaba, la profesora se mostraba muy pasiva, se limitaba a reprender suavemente al autor y mirar en otra dirección, ella parecía no querer reconocer que había un problema». He aquí dos muestras extraídas de las páginas de Trago amargo es el orgullo, la nueva gran apuesta de la siempre inquieta Editorial Universo de Letras (perteneciente al Grupo Planeta). Sus editores consideran que han dado con una obra por la que merece la pena llevar a cabo una apuesta en firme.

Trago amargo es el orgullo nos llega firmada por Cecilia Villarejos (La Paz, Bolivia, 1951), una mujer polifacética que siempre se ha caracterizado por su habilidad y presteza en el manejo de diferentes idiomas, así como en el dominio del proceloso mundo de las finanzas. Emigrada y residente en Suiza desde 1984, precisamente es en el país helvético donde coloca el punto de partida de las andanzas de sus dos personajes principales, Pilar y Ramiro. Ambos son dos hermanos que experimentarán en sus propias carnes la dureza que ofrece la vida cuando las circunstancias no acompañan y se toman, además, una serie de decisiones incorrectas.

No estamos, por tanto, ante una novela edulcorada y de fácil digestión, sino ante una obra doliente, como es la vida misma, que no esconde las cicatrices que todos llevamos de los sinsabores que nos hacen (o deberían) aprender y crecer. Escrita con una mirada muy larga y con el hallazgo de la amenidad profunda, Trago amargo es el orgullo está a la altura de los más grandes dramas que han brotado a lo largo de la historia de la literatura. Sustentada sobre unos personajes verosímiles y totalmente memorables, la narración nos coloca delante de un espejo para que acabemos viéndonos reflejados en los conflictos que se nos muestran, que son medio hermanos de los nuestros propios, y extraigamos las necesarias enseñanzas de ellos.

Merece la pena que nos detengamos una vez más en atender a la belleza madura de su prosa, sin entrar, por supuesto, en inoportunos destripamientos de lo que nos ofrece su elaborada trama. Como muestra, ahí va un ejemplo: «Otro día gris. La niebla permanente, aplastante e insidiosa se extendía sobre la región, cubriéndola con su triste manto de pesadez. Habían ya transcurrido dos semanas sin un rayo de sol. Pilar se encontraba sola en su habitación, se había levantado lenta y dificultosamente; todos los días eran iguales, las terapias, el paseo por la nieve, las comidas, el Dr. Hille… ¿Cuánto tiempo había transcurrido ya? ¿Un mes, dos meses? No llevaba la cuenta, a menudo pensaba en sus compañeros de trabajo, ¿preguntarían por ella? Seguramente ya la habían olvidado. El día anterior el Dr. Hille la había dejado reflexionando». Lo dicho: un prodigio narrativo.

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