Universo de letras, septiembre 2023
¿Es la lírica un instrumento para conocer a Dios? Teología de la poética tiene la respuesta.
Editorial Universo de Letras pone en el mercado una obra que únicamente se puede calificar como una joya literaria, una delicatessen capaz de llevarnos de la mano a una experiencia de lectura mística.
Muy de vez en cuando, en el actual mundo de la producción de contenidos como si se tratase de churros fritos en aceite demasiado usado, aparece una rara avis con la capacidad de hacernos pensar y, de paso, dibujar una fina sonrisa en nuestros rostros, cuando nos damos cuenta de que su lectura está activando nuestros cerebros.
Partamos de un hecho evidente: no se puede decir que Teología de la poética sea un título que atesore un gran atractivo comercial. Ningún ejecutivo en un departamento de ventas lo aprobaría. Lejos de entender esto como una crítica, deseamos que se entienda como un halago.
Teología de la poética, vaya cuatro palabras para un título. Parece demasiado sesudo, posiblemente abstruso, totalmente alejado de lo que gobierna la actual sociedad, demasiado líquida y ávida de satisfacciones inmediatas, sin hondura. Sin embargo, es que es así, y no de otra manera más zafia, como debe llamarse esta obra tan luminosa. El intelectual Arturo Manchego ha bordado un ensayo que fluye como una pluma mecida por el viento y que nos lleva de la mano a experimentar la mística de las palabras que conducen al conocimiento de la divinidad.
Si Fredy Yezzed lo clavó —«Poesía no es ni lo uno ni lo otro; quizá tampoco lo tercero»—, Manchego ha elevado esta consideración a otro nivel con la pretensión de entender la utilidad profética de la poesía. El autor no tiene problemas en presentarse como un fiel seguidor de Cristo ante sus lectores, aunque sus creencias sean sui géneris. La obra que ahora nos presenta es de una belleza y profundidad realmente transgresoras y se encuentra más cerca de lo revolucionario que lo que parece desprender su título.
Su erudición es la guinda de un pastel literario que nos coloca mucho más allá de lo que pueda hacer un bizcocho comprado en el Barrio Rojo de Ámsterdam. Si usted quiere activar sus neuronas con un reto literario al más alto nivel, no tenga dudas de que el puerto ideal para atracar es este ensayo que nos reconcilia con lo más sublime del ser humano y que nos invita a pensar que ese oxímoron llamado Inteligencia Artificial nunca alcanzará la sensibilidad y la inteligencia que despliega Manchego en esta entrega. Amén.
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