Universo de letras, septiembre 2022
Un poemario para convertir el mundo en un lugar mejor: Reflexiones poéticas de Edgardo Pascal Naya.
Edgardo Pascal Naya (Montevideo, 1956) firma una obra luminosa, capaz de poner de buen humor al lector más taciturno y de reconciliarlo con la tarea más meritoria de las que podemos hacer: recuperar la parte más noble del ser humano
«Este libro es un homenaje a todos esos compañeros de viaje que han tomado la existencia como una lección y han alcanzado la sabiduría y la comparten enseñando, instruyendo y haciendo al mundo mejor con sus palabras, con sus espíritus amables y con sus hechos. Son sabios los que nunca participaron en el juego de la culpa, ni como víctimas ni como victimarios, ni como cómplices ni como responsables. Los que aceptan la fortuna o el infortunio como una dación de la vida, y desdeñan medrar a costa del sibilino sufrimiento de culpar a los demás para perdonar su incapacidad o para obtener con ello ventaja o caridad». De esta manera tan sabia y, por tanto, poco presuntuosa, se presenta Edgardo Pascal Naya (Montevideo, 1956) en la introducción de Reflexiones poéticas, un poemario que llega para rescatar la esencia olvidada de lo que nos hace reconocernos como seres humanos genuinos.
Dicen que corren malos tiempos para la lírica, y probablemente sea cierto, si nos atenemos únicamente al valor contable de todo lo que se coloca en el mercado en busca de los mejores números de venta posibles. Sin embargo, todavía existen pequeños oasis en los que no todo está obligado a convertirse en mensurable. Así lo ha entendido la rutilante Editorial Universo de Letras (perteneciente al Grupo Planeta), que no ha dudado ni un instante en publicar un poemario que atesora la capacidad, ahí es nada, de reconciliar a sus lectores con la parte más noble del ser humano. Todo un prodigio literario encerrado en unas páginas memorables, firmadas desde la bondad y el deseo de compartir felicidad y lucidez.
El deleite que produce entender las pretensiones de Pascal Naya es algo que estremece: «Son sabios aquellos que responden consecuentemente a las señales del bien. Ellos pueden traducir y actuar ante el misterioso mandato del altruismo, porque consiguen oír el recado eterno de la benevolencia, que sigue repitiéndose ante nosotros a pesar de tantas perversiones, egoísmos, vanidades y desilusiones. Son sabios y maestros quienes descubren en el transcurso de su vida el placer de la renuncia, el valor de lo imprescindible, de la estrechez y, tras descubrirlo, perdonan su anterior soberbia, codicia o atormentada avidez. Ellos conocen la riqueza de la continencia y en la búsqueda de la felicidad aprendieron que esta no se encuentra en la acumulación de bienes ni en distintos destinos, sino en el tránsito y en la predisposición a recorrer todos los caminos sin pesadas cargas y con una sonrisa en el alma y en los labios».
Simplemente ma-ra-vi-llo-so. Amor y conocimiento son dos conceptos que solo funcionan plenamente si van de la mano, qué gran verdad.
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