Maeva, mayo 2020
Los juguetes de la guerra, de Carolina Pobla, la historia de una mujer lucha por sacar adelante a su familia mientras el amor y la amistad se abren paso en tiempos de guerra.
Una tarde de otoño en Barcelona, a Violeta, la madre de la autora, le comunican la muerte de su hermano Víctor. Y con la noticia llega la gran revelación: Víctor era adoptado.En 1942, Elsa, viuda de un aviador de la Luftwaffe y madre de seis hijos, entre ellos Violeta, regresa al pueblo de Baviera en el que pasó los veranos de su infancia. Desea alejar a sus hijos de la guerra, pero a su llegada se encuentra con la mansión familiar reconvertida en hospital militar y tiene que acomodar a su familia en una humilde cabaña en el monte. Mientras a su alrededor el país se desmorona, los niños crecen y viven experiencias que los harán madurar deprisa. Elsa, una madre luchadora y una trabajadora eficiente que utiliza sus conocimientos como comadrona para ayudar en el hospital, también es una mujer joven que, a pesar del caos imperante, vivirá una intensa historia de amor.
Violeta Vila, Mahler de soltera, había nacido en Múnich durante el otoño del 37.
En España se estaba viviendo una guerra civil y en Alemania, un cada vez más aplaudido nacionalsocialismo que los iba a llevar a la ruina.
Mi madre siempre había tenido un espíritu indómito que la había llevado a hacer lo que mi abuela, arrepentida más de una vez de haberle dado tanta libertad, llamaba “muchas tonterías” y que la hubieran mandado a Australia en un viaje promovido por su gobierno para repoblar el país con jóvenes bien preparados, si no hubiera conocido a mi padre, apenas una semana antes de tomar el avión que la iba a mandar al otro lado del mundo.»
La familia como fuente de inspiración. La autora nos comenta que Los juguetes de la guerra se basa en los recuerdos infantiles de mi madre, la quinta de la prole, personaje al que he llamado Violeta, Leta, y a la que trato con especial cariño. Se llamaba Jutta y a ella le dedico la novela. También hay muchas experiencias personales y anécdotas de mi propia infancia y la de mis hermanos.
Dante, Ramona, el viejo Johann y los hijos, Viktor, Frank, Jakob, así como todo el cuerpo militar, son personajes ficticios.
Si tuviera que resumir la novela en un par de líneas, usaría la conversación de Dante con el coronel antes de partir:
«–Amigo Dante, eso es lo que tiene el juego de la guerra, que a veces se gana y a veces se pierde.
–No se equivoque, señor. El problema es que nosotros no jugamos. Nosotros somos los juguetes.»
Carolina Pobla (Barcelona, 1962) estudió pedagogía en la Universidad de Barcelona y ha estado vinculada al mundo de la danza durante más de treinta años, en el ámbito de la docencia, la coreografía y la realización de espectáculos.
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