Contraluz, octubre 2021
Cécile Pivot apuesta en su última novela Las cartas de Esther por el poder de las cartas para transformar vidas. Una historia narrada por los personajes permite reflexionar acerca de la importancia de detenerse para analizar el entorno y aprender más sobre cuestiones actuales como la depresión posparto, el duelo fraternal en la adolescencia o la causa animal.
En Las cartas de Esther, el ejercicio literario propuesto en un taller de escritura epistolar se convierte en una lección de vida para los participantes y también para la organizadora, Esther.
Una anciana aislada, una pareja que se enfrenta a una severa depresión posparto, un hombre de negocios que busca dar sentido a su vida y un adolescente perdido. Este es el variado grupo de participantes del taller de escritura epistolar que conforma la trama de Las cartas de Esther, la nueva novela de la periodista francesa Cécile Pivot, que sale hoy a la venta.
“El taller era su salvavidas. Iba a salvarlos de la incomprensión, de un duelo no resuelto, de una vida en punto muerto, de un amor en peligro. Cuando me di cuenta, ya era tarde, estaba inmersa en la intimidad y la historia de cada uno de ellos. Pero, al fin y al cabo, ¿el taller no era para mí también una tabla de salvación a la que agarrarme a raíz de la muerte de mi padre?”, se pregunta al inicio del libro Esther, la organizadora del taller, quien no era consciente de la trascendencia que tomarían las cartas en la vida de todos sus alumnos. Ello se debe a que, tal y como señala Pivot, “los protagonistas acaban haciéndose las preguntas adecuadas, aunque eso no suponga tener las respuestas”.
Tras Battements au cœur, libro que obtuvo el aplauso de la crítica —y en el que ya aparece una pincelada de la carta como elemento narrativo—, Las cartas de Esther es la segunda obra de ficción de la francesa, quien ha escrito dos ensayos: Lire!, junto a su padre, Bernard Pivot, y Le Papotin, escrito con Driss el Kesri. En esta ocasión, las relaciones epistolares son el tema central de la obra ya que, en palabras de la escritora, las cartas permiten crear un vínculo especial entre los protagonistas porque en su correspondencia se abren, exteriorizan sus sentimientos y disfrutan escribiendo. “Escribir a mano —añade la autora— requiere pensar bien las palabras, concentrarse más, porque no puedes ir tachando cosas, no hay copia y pega, ni tecla ‘suprimir’, como en el ordenador”.
Las relaciones epistolares no solo son un recurso que permite estructurar la novela en torno a la carta, sino que también suponen un pretexto para abordar temas actuales, de interés público y que afectan a todas las edades, como son la depresión posparto en una pareja de 40 años, un asunto del que no se habla mucho aún; el duelo, pero el duelo visto a través de un chico de 20 años que ha perdido a su hermano y no sabe cómo relacionarse con sus padres y superar su culpabilidad; la soledad, gracias a la historia de Jean, un hombre maduro de negocios que lo ha dejado todo por su vida profesional; y la causa animal, a través de los ojos de la luchadora Jeanne, la mayor del grupo, de 70 años.
0 comentarios