Literatura Random House, enero 2021
José Ignacio Carnero, autor de la celebrada ama (Caballo de Troya, 2019), publica el próximo 14 de enero Hombres que caminan solos, su nueva novela en Literatura Random House.
Tras la calurosa acogida de ama, Carnero regresa al terreno de la memoria y la ficción, donde consolida un universo propio y un gran talento literario con una novela de altos vuelos. Hombres que caminan solos es una magnífica historia, honesta, valiente y luminosa sobre la exploración y el viaje de un hombre hacia las profundidades de una depresión. Una brillante narración que ya han celebrado algunos destacados escritores y colegas.
«Carnero hace aflorar la belleza en los momentos más inesperados. Da igual si es imposible advertirla, él la crea donde no la hay. Es la esencia de la literatura.»
Si es cierto que las historias nos salvan, esta es la historia de alguien que se salvó contándola. Es el relato de una depresión, de un vacío repentino en la vida de un hombre que bajo la mirada del autor se convierte en un trasfondo luminoso para hablar de lo importante, de todo aquello que se siente y no se dice.
Este viaje al fondo de una enfermedad que aún se nombra en voz baja nos habla de un padre, de un hijo y de todos los que les rodean. Nos habla de un enamoramiento transatlántico, de una misteriosa mujer que calla su dolor, de madrugadas en Buenos Aires y días circulando por carreteras secundarias españolas, de un funeral desértico en Cádiz o de un vuelo alucinógeno desde la selva amazónica hasta los altos hornos de Vizcaya. Nos habla de la madre fallecida que nunca se ha ido y del padre que siempre está ahí, de lo frágil de la masculinidad, de sus trampas y sus máscaras.
José Ignacio Carnero (Bilbao, 1986) es licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y actualmente ejerce como abogado en Barcelona. Ha publicado una crónica de viajes titulada La luz de Lisboa (Cuadernos Livingstone, 2016) y la novela ama (Caballo de Troya, 2019), con la que quedó finalista del Premio Euskadi de Literatura en español 2020. Hombres que caminan solos es su segunda novela.
HOMBRES QUE CAMINAN SOLOS
De la masculinidad, de la hombría, de la varonilidad actual… De la fragilidad y de la depresión masculinas. O de un vacío en la vida actual de un hombre. De eso va la novela, dice la publicidad. Y lo que el lector encuentra en la novela es soledad, internet (Tinder, Istagram, Linderkin…), Orfital y los flujos sentimentaloides de nuestro tiempo. Una depresión –cuadro clínico depresivo (¿?)- limitada a la búsqueda de nuevas relaciones sin discernir entre relaciones románticas, apetito sexual y desarrollo de la promiscuidad. A lo lejos, Philip Roth, Huellebecq, Carrere… Suculencia anticipada.
La novela ´Hombres que caminan solos´ resulta decepcionante: sin trama, inverosímil. Ocurrente y poco más. Con reiteraciones abundantes…Una serie de historias inconexas sin emoción ni empatía. Ni como los pensamientos de Marco Aurelio ni ante las desviaciones de Carrere. El narrador se presenta como regresando de la historia de la novela anterior (´Ama´), preso ahora de una crisis de ansiedad y estrés depresivo. Una boutade de un presunto novelista bohemio pudiente.
La frustración para el lector ya está confirmada en la confesión desprejuiciada inicial del autor narrador “Me da lo mismo manipular a quien sea –personajes y situaciones, se supone- para que mi literatura sea sublime”. Quiere o dice pretender ser tan personal, tan sincero que emplea todos los medios de que dispone, pero la novela no despega. Tampoco dice cuál es su idea de literatura sublime. Ni es ágil, ni es amena, ni autobiográfica. Es una novela muy pobre.
En “Ama” compuso un retrato a su aire, de su madre, con un entorno definido donde subrayó dos rasgos y el resto lo cubrió con un sentimentalismo que casi llega a empalagar. Más a los que conocieron el entorno. Su máquina del tiempo sobrevoló con excesiva rapidez sobre una ´uni´ conservadora, y sobre un entorno vecinal y comunitario en que deja entrever realidades que no fueron, y que tal vez sea lo que a su generación le han contado que fue real sin serlo.
Con doce capítulos que pueden ser historias independientes y con varios apartados en cada capítulo según el ánimo narrativo, casi es un road book de viajes y reflexiones. Cuatro mujeres en su crisis (Laia, Paula, Malena, y la permanente sombra de su madre que es su orfidal continuo-), con su padre-compañero de viaje-, Mario, Roberto, el Orfidal, Buenos Aires, Segundo… (personajes anecdóticos sin apenas peso en la narración que son el atrezzo de su narrada pretendida crisis). Les ocurre como a la ciudad de Tokyo en la película que tantas veces cita en la novela: “Lost in translation” de Sofía Coppola, tan alabada por la crítica como olvidada por el público. Varias localidades de distintos países se citan en tanto trayecto. Así Bilbao, Madrid, Barcelona, Marruecos (que recuerda a la película “Babel” de Iñarritu), ,Argentina , recuerdos iquiteños del Perú entre otros, para una loa a la familia tradicional… y para terminar paseando juntos – el narrador con su padre- después de haber caminado solo y haber querido, tantas veces, ser encontrado en los capítulos previos y en la novela anterior..
En “Hombres que caminan solos”, el argumento se evapora a cada paso. Parecen las desviaciones de un bohemio acomodado que quiere escribir para publicar. Intenta confeccionar un retrato que halague su yo y llegue al lector. Difícil. No conseguido.
(II) HOMBRES QUE CAMINAN SOLOS
“Decir lo que nadie dice” no deja de ser una manida frase publicitaria al igual que “un relato de supervivientes en la búsqueda incesante de su lugar en el mundo” no deja de ser una generalización con quienes aún no se han encontrado en su lugar apetecido en el mundo, si es que lo tenían o no han sabido buscarlo.
Es usual, por otra parte, que nadie esté contento con lo que le toca en la vida; y´ decir lo que nadie dice´ no está codificado para ser escuchado por oídos acostumbrados solo a lo políticamente correcto. El título parece pues indicar un camino hacia un filme de John Wayne de los de tan repetida visión televisiva. Más evoca al Ethan Edwards de “Centauros del desierto” al final, alejándose en el plano enmarcado en el dintel de la puerta del porche, o al sheriff Will Kane -Gary Cooper- de “Solo ante el peligro”… que a cualquiera de las figuras de hombre psicologizadas que puede simbolizar Bob -(Bill Murray)- en el “Lost in Translation” de Sofía Coppola.
“Hombres que caminan solos” es, pues, un título engañoso, además de anular el interés y las expectativas e incitar al abandono de su lectura sin terminar el primer capítulo. Tampoco los capítulos responden a su utilización clásica ni responden a su empleo como elector del tiempo o época en los que introduce.
En cuanto a los personajes, el narrador y personaje central, en este uso de la literatura del yo, desprende un narcisismo que hasta parece indisimulado, y que hace difícil y antipática la lectura. Las referencias culturales tanto musicales como literarias son simples citas de autores sin referencia a pasajes o, siquiera, a personajes.
Esta mezcla de memoria y ficción en la narración necesita una prosa más estilizada, más poética, aparte de que sobra la pedantería y el esnobismo con que se enfrenta el lector que está siempre en el filo del rechazo. Ficción, realidad y memoria que halague su ego.
La novela resulta cansina, pesada, sin originalidad. A veces, como en el horrible capítulo final, hay deslices al gusto soez que no salvan los Nocturnos de Bach.
Si en “Ama” se podía ver la reflexión de un jo ven culto (universidad, lecturas, viajes, etc, esta vez parece que se ve más el fracaso de una generación engañada por la realidad que no ha visto cubiertas sus expectativas La igualdad pretendida de clases que dan los ingresos y el patrimonio sigue siendo la desigualdad que avergüenza a los espectadores de televisión ante los programas de sus convecinos.
Era difícil traspasar al lector la percepción personal viviendo en la diferencia social y siendo protagonista de su propio desclasamiento. Y si la droga es una reacción al vacío espiritual, es porque la vida no se improvisa, se programa. Y, tal vez entre líneas, el narrador dice que no se puede perseguir la justicia a costa de la libertad. En una falsa percepción de la democracia.