Entrevista a Ibone Olza

Vergara, marzo 2022

Con motivo de la publicación por Vergara, del libro Palabra de madre queremos ofreceros la entrevista a Ibone Olza realizada por María Martín-Maestro.

«Lo hice lo mejor que pude». Con esta frase comienza Palabra de madre, una primera sentencia que recoge a la perfección el significado y mensaje del que es su sexto libro. En esta ocasión aborda la maternidad desde su punto de vista más íntimo y personal, quizás, desde su lado más vulnerable. ¿Cuál es el punto de partida? ¿Por qué creyó necesario exponer la maternidad desde su intimidad?
El punto de partida es la llegada a la edad adulta de mi hija pequeña. El final de la crianza no está definido, pero cuando los hijos oficialmente son mayores de edad llega una sensación de haber finalizado algo; es un buen momento para mirar hacia atrás. Tal vez sea una manera de empezar a pensar en el nido vacío. En mi caso, pretendía explicar mi visión del mundo desde mi lugar de madre, pero me di cuenta de que si no contaba mi recorrido particular tal vez no se entendiera.

¿Qué relación tiene la maternidad con lo subjetivo y la vulnerabilidad?
Hay tantas maternidades como madres, y creo que es importante visibilizar todos los relatos, para acabar con la idealización edulcorada que con frecuencia ofrecen los
medios y que tan poco ayuda. Lo cierto es que maternar en un mundo patriarcal casi siempre es difícil, hay muchas violencias que se ceban con las madres. La gestación, el
parto, el posparto necesariamente nos colocan en un lugar de vulnerabilidad, el cerebro se transforma precisamente para poder estar muy sensibles y atentas a las necesidades de los bebés. Muchas madres viven a diario una batalla entre lo que les pide el cuerpo –proteger y cuidar al bebé- y lo que dicta la sociedad -distanciarte, separarte, negar sus necesidades-. Ese conflicto favorece y potencia el sentimiento de culpa materna.

La culpa es el problema intrínseco en prácticamente todas las madres. Narra cómo, aunque el esfuerzo de una madre llegue hasta el agotamiento, siempre prevalece la sensación de poder haberlo hecho mejor. ¿Por qué? ¿Se puede superar este sentimiento?
Aunque vivimos -y padecemos- la culpa como algo íntimo e individual tiene mucho de colectivo. Visibilizar hasta qué punto la sociedad patriarcal se ensaña con las madres me parece urgente para ayudarnos a aliviar esa culpa. Comprender los aspectos sociales, políticos, estructurales que tanto dificultan y condicionan el maternar es un primer paso para el alivio de la culpa materna. Muchas nos hemos sentido más discriminadas y excluidas como madres de bebés que como mujeres.

Y los padres ¿también sienten culpa? ¿De qué forma se cuestiona la experiencia de la paternidad?
El lugar de privilegio y poder que el patriarcado otorga a los hombres dificulta percibir su sufrimiento, pero también está ahí. A muchos se les amputa la empatía, se les reprime la expresión de ternura, afecto o debilidad desde edades muy tempranas. Ser padre te pone inevitablemente en contacto con el niño que fuiste y eso a veces
es una fuente de dolor. Es muy bonito ver como tantos hombres se están esforzando por ejercer una paternidad cuidadosa y amorosa, que pasa por sostener, cuidar y proteger a la diada madre bebé.

Los modelos de familia, las experiencias de maternidad y paternidad hoy en día están cambiando. ¿Cuál cree que es el camino a seguir?
Me parece urgente que como sociedad prioricemos los cuidados, empezando por los que necesitan las personas más vulnerables, las que están en contextos de exclusión y violencia(s). En ese sentido creo muy necesario nombrar y explicar el concepto de diada: madre y bebé son una unidad psicoafectiva durante todo el puerperio, que se prolonga mucho más allá de los míticos cuarenta días. Visibilizar las necesidades de la diada, comprender que cuanto mejor esté cuidado cada bebé y más sostenidas estén las madres mejor nos irá como sociedad me parece urgente. El camino pasa por cuidar a las embarazadas, a los bebés, a las familias, facilitando la gestación y crianza desde la comprensión de que es una inversión por el bien común, que nos atañe a toda la sociedad. Es también una inversión en salud: el goce, el cuerpo a cuerpo con
la madre, la lactancia, son aspectos fundacionales en la salud humana.

Cuenta, en el interior de estas páginas, experiencias traumáticas y dolorosas que tanto usted como otras mujeres han vivido. Habla de las cicatrices que deja la violencia y, sobre todo, de la gestión de ese dolor, de consolar y cuidar, tanto a una misma como a las demás. ¿Qué es lo que más le ha costado y cuesta cicatrizar? ¿Y consolar?
Creo que el sentimiento de haber fallado o incluso dañado a los propios hijos es complejo y difícil de sanar. Escribir este libro me ha ayudado mucho en ese sentido y confío en que la lectura de Palabra de madre también ayude a otras madres a sanar algunas heridas. Algo parecido sucede en general con los duelos más invisibles, silenciados
por la sociedad: las perdidas gestacionales, la pérdida del parto o lactancia soñada, la pérdida del primer encuentro con el recién nacido, las pérdidas de los hijos no gestados incluso… Hay muchas pérdidas que no llegan siquiera a nombrarse por el tabú que aun rodea esos duelos, y creo que eso hace tremendamente difícil cicatrizar
esas heridas, que también afectan a muchos hombres. Pero siempre se puede sanar, me parece importantísimo incidir en ese mensaje. Lo que más sana es el amor, una de cuyas vertientes es el consuelo, con escucha y abrazo incluidos.

Habla también del patriarcado, de toda la violencia ejercida contra las madres y de los diferentes mecanismos que ha tenido históricamente para “apropiarse” de los hijos. Dice que «si el patriarcado tuvo un inicio, también tendrá un final». ¿Cómo enfrentarnos hoy a este tipo de violencia y desigualdad? ¿Sobre quién cae la responsabilidad?
Creo que nos incumbe a todos, la responsabilidad es compartida y social. Necesitamos reflexionar sobre qué cuidados priorizamos y en qué invertimos. Escuchar a las víctimas de cualquier violencia desde la empatía y no juicio, validar siempre el dolor emocional, y desde ahí construir espacios de apoyo y cuidado mutuo, y seguir
pensando en cómo prevenir y sanar…Yo lo visualizo como una enorme espiral de cuidados, poniendo siempre en el centro a las más frágiles, a las diadas madre bebé más excluidas, discriminadas, empobrecidas o necesitadas. Yo creo que tendríamos que priorizar que las embarazadas y los bebes que están llegando en las pateras
recibieran el mejor cuidado al llegar, por ejemplo. Me parece urgente empezar precisamente por las más vulnerables. Ayudar también a qué quien ejerce esas violencias pueda ser consciente de ello para dejar de hacerlo, creo que el camino pasa por la justicia restaurativa, porque víctimas y victimarios puedan escucharse mutuamente.

La maternidad es una experiencia crucial, traumática y, sobre todo, pese a que muchas veces se individualice, colectiva. ¿Es la sociedad lo suficientemente consciente de esto? ¿Cómo favorecer, colectivamente, la experiencia de la maternidad?
Dadme otras madres y os daré otro mundo, dijo San Agustín. Yo digo, cuidad a las madres y tendréis otro mundo.

Esperamos que hayáis disfrutado de esta entrevista a Ibone Olza y os animéis a leer Palabra de madre.

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