Caligrama, mayo 2020
En El viaje somos testigos de como las aventuras vividas como pescador en las aguas de Groenlandia marcan la narrativa del ferrolano J. M. Díaz.
La novela El viaje será la prueba definitiva de un matrimonio de Nueva York en crisis que tendrá que esforzarse para sobrevivir perdidos en el bosque.
La editorial Caligrama publica El viaje. J. M. Díaz construye una trama cargada de reflexiones y pensamientos expuestos por unos personajes perdidos, tanto en el bosque como en sus moralidades. La narración se sostiene de forma ingeniosa en la lucha por la supervivencia desde la mirada de quien ha tenido que pasar por ello. Inspirado por sus vivencias como pescador en mares de Groenlandia y comandante de la Marina de Guerra, el autor llena la novela de pasajes tensos y emocionantes, y también cercanos y entrañables. «Dejé la pesca cuando llegué al puerto de Walvis Bay, en Namibia, con el cadáver de un marinero accidentado al que fuimos velando por turnos en el frigorífico de verduras del barco durante dos días. Jamás me arrepentí de haber sido pescador, pero nunca me pesó haber dejado definitivamente de serlo», cuenta el autor.
Cervantes marcó sus inicios como lector y Daniel Defoe (creador de Robinson Crusoe) y Julio Verne, entre otros, como escritor. La aventura se presenta en esta obra como la única opción posible de enfrentarnos a nosotros mismos, y los hombres y mujeres que aparecen a lo largo del texto, son el reflejo de una singular pluma y papel, que los coloca a cada lado de la mesa, mirándose cara a cara, sabiéndose influenciados e influyentes los unos de los otro. Cuenta J. M. Díaz que «los padres de ella van cobrando protagonismo según va avanzando la historia, hasta el punto de tener un papel muy destacado en el desarrollo de la trama. Y también van ocupando sus puestos las dos familias al completo, los amigos y compañeros, lobos y osos, pumas y ciervos, cada cual a su tiempo».
Mientras los nombres que actúan en este libro se debaten entre el final o no del amor, entre la vida y la muerte, los diálogos se emprenden en la identificación de lo éticamente bueno y en la calidad moral. «El arte de la guerra y la ética son incompatibles. ¿Es eso verdad?», pregunta el marido. La guerra y la paz se olvidan con la misma rapidez que devastan a su paso los tornados. Las palabras de J. M. Díaz son tornados y su literatura, real y reposada, recompone las ruinas.
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