NUESTRA OPINIÓN …
Hay veces que llega un libro a tus manos y pese a la enorme pila de pendientes que tienes, no sabes el motivo, pero decides que pasa directamente a ocupar el primer puesto y ser tu siguiente lectura cuando acabes lo que estás leyendo. Eso es ni más ni menos lo que me pasó con El pozo de Berna González Harbour, que llegó a casa estando terminando mi anterior lectura y enseguida tuve claro que sería la siguiente.
Greta Cadaqués es una reportera de televisión que está actuando de jurado popular en un juicio por asesinato cuando su jefe le llama apremiándola para que dar cobertura informativa a un suceso. Una niña que se encontraba con su familia en una finca ha caído en un pozo tan estrecho que nadie entiende cómo ha podido suceder y la situación augura un rescate muy complicado.
Greta no lo logra convencer a su jefe de que no hay manera de eludir su obligación como jurado, aunque él se empeña en que tiene que cubrir el caso y que se moverá los hilos pertinentes para eximirla de las sesiones en el Juzgado. Greta no está dispuesta a no cumplir con su deber ciudadano pero la llamada ha calado en ella y se las ingeniará para poder compaginar su responsabilidad cívica y a la vez cubrir la noticia.
Berna Harbour toma como base un suceso que seguramente nos suena, ya que tiene muchos puntos en común con el caso de Julen, un niño que precipitó por un pozo de prospección en Totalán, cuyo cuerpo fue objeto de un rescate largo y dificultoso, que tuvo en vilo al país durante 13 días.
El pozo es un thriller periodístico que a la vez que rinde homenaje al periodismo con mayúsculas, critica ese otro sensacionalista y amarillista, aquél que adolece de información sólida y bien contrastada, que tan poco tiene que ver con el que es riguroso, cuestionando al mismo tiempo a los medios de comunicación y la utilización que se hace del morbo; y planteando cuales son los límites de lo ético.
Greta es la protagonista de esta novela, una joven que ha estudiado periodismo sin ceder a las presiones de sus padres que querían que estudiara una carrera de ciencias o se sacara una oposición. Pero a ella le gusta escribir, contar historias, aunque sea a costa de tener que vivir con un sueldo exiguo y solo se pueda permitir una pequeña buhardilla para huir de los continuos reproches paternos. Una periodista que se encuentra en una batalla constante entre su vocación, la manera en que a ella le gustaría contar las noticias y el periodismo que impera en estos momentos.
Aunque el gran protagonista de esta novela en realidad es el periodismo.
Un periodismo donde al final se pierde el foco de qué o quién es verdaderamente importante en un suceso, donde las imágenes y la información de los casos mediáticos toman posesión de las pantallas en bucle, estirando una noticia sobre los hechos innecesariamente hasta que surge otro punto en el que centrarse. Esas coberturas de hechos en las que todo sirve y cualquier programa toma como suyos, ofreciendo su espacio aunque nada tenga que ver con los tema que se tocan en él aportando su particular enfoque y con esos expertos en nada y en todo dando su opinión.
Informaciones en las que todo vale siempre que se consigan los objetivos, con filtraciones interesadas, acoso a los familiares y falta de respeto hacia el dolor ajeno, que pasan a ser la noticia, pareciendo que no hay nada más en el mundo y viciando la verdadera noticia y el verdadero periodismo. El que se convierte en espectáculo, que busca el pico de audiencia y con el que si, además, entretanto, se hace hucha con los ingresos por publicidad mejor que mejor.
El pozo es también una novela que habla de la precariedad del periodismo, cómo a veces se busca esa imagen impactante del periodista que pasa por encima de la noticia y del periodismo bien hecho, ya sea por esa moda de esas coberturas infernales para dar algunas noticias, como por esa otra imagen sumamente cuidada y totalmente chocante y totalmente inapropiada, a veces, de quien las da.
No quiero terminar sin hacer mención a Quatremer, ese periodista curtido en mil batallas, acostumbrado a hacer el periodismo de trinchera, de verdad, del de antes. El encargado de que llegue esa imagen a la que no hacen falta palabras porque lo encierra todo, el que sabe esperar, estar en el momento y lugar oportunos, que sabe lo que es verdaderamente importante y donde poner el foco, y al que nada ni nadie le va a cambiar sus principios profesionales ni su forma de hacer su trabajo.
Al terminar el libro, como lectora me asaltó esta pregunta ¿La autora trataría que buscar una analogía entre el pozo y la imagen del periodismo actual?
El pozo me ha resultado una lectura ágil, atractiva, interesante, en la que a través de capítulos cortos que incitan a seguir leyendo, Berna González Harbour, ficcionando un caso mediático real, poniendo en valor y haciendo un homenaje al periodismo sin obviar las críticas que en ocasiones merece esta profesión sobre algunos comportamientos que cada vez están más en auge.
La tengo pendiente y no debería tardar en ponerme con ella.
Besos.
Pues creo que disfrutaría mucho con esta lectura, así que bien apuntada me la llevo.
Besotes!!!
He leído sus libros y en éste ,como pasa a casi todos votantes de izquierda -debe ser algún complejo- , añade su discurso político (esta vez atacando a VOX sin ningún motivo). Quiero leer un libro no saber tu ideología ni tus ataques políticos.
Por mi parte no entrará ningún libro más suyo en mi casa (este ya va a reciclar papel).
La “competencia” es dura, pero soy un incondicional de Berna, de sus libros y de su actividad en El Pais. Lo leeré, seguro!