Debate, septiembre 2019
El planeta inhóspito de David Wallace-Wells, es uno de los ensayos más sinceros –y desoladores– de cuantos se han publicado en torno a las consecuencias del ya inevitable calentamiento global. David Wallace-Wells no edulcora la realidad con falsas esperanzas, no confía en la aparición de una tecnología capaz de solucionar el problema, no enmascara el desastre que se avecina con eufemismos científicos. Nada de eso hace este periodista de la prestigiosa revista New York Magazine. Antes bien, opta por la sinceridad absoluta: el siglo XXI será «el siglo infernal».
La frase con la que arranca el ensayo es toda una declaración de intenciones: «Es peor, mucho peor, de lo que imaginas». Se refiere, cómo no, a nuestro futuro. Y lo peor de todo es que ya no hay marcha atrás. Por más que detuviéramos bruscamente las emisiones de CO2 –algo literalmente imposible–, por más que pusiéramos a todos los científicos a pensar en la forma de revertir los daños –ahora mismo, estamos tan lejos de saber cómo solucionarlo que imaginar una tecnología que absorba el CO2 ya liberado es, simple y llanamente, «pensamiento mágico»–, por más que volviéramos a vivir como lo hacía la gente antes de la Revolución Industrial, la temperatura del planeta continuaría subiendo hasta alcanzar, en el 2100, cuatro grados más que la media actual. Para entonces, el mundo habrá cambiado de tal modo que la geografía, la economía e incluso la cultura se verán alteradas de un modo definitivo.
En ese sentido, la subida del nivel del mar -la cuestión que suele ser la más recurrente en cuanto a las más inminentes amenazas del cambio-, es solo la punta del gigantesco iceberg de los problemas que amenazan la vida en la Tierra: incendios, huracanes, sequías o inundaciones empiezar a ser recurrentes para millones de personas. Y son solo un adelanto de lo que está por llegar: hambrunas, plagas, un aire irrespirable, migraciones cada vez más masivas, el colapso económico e incluso conflictos armados globales
La única llamada a la esperanza es la conclusión de que la especie humana no se extinguirá. Ahora bien, nuestros hijos tendrán que acostumbrarse a vivir en un «planeta inhóspito» que, como el autor señala en los capítulos finales, se parecerá bastante al que reflejan películas como Mad Max o novelas como La carretera.
Aclamado por la crítica internacional, El planeta inhóspito no es una advertencia, sino la certificación del futuro que nos espera. Tal vez podamos paliar las consecuencias de nuestras acciones pasadas, pero, a estas alturas, ya resulta imposible erradicarlas. David Wallace-
Madre mía, ¡qué miedo da! Yo con lo que te he leído prefiero no leer más del tema. Hoy no me lo llevo.
Un beso
Ignorarlo, no lo resolvera eyra