Universo de letras, febrero 2023
He aquí un guante lanzado para el lector valeroso y vanguardista: El diario de Hércules.
No es nada habitual que emerja una obra literaria tan especial y sugerente que no resulte fácil encasillarla dentro de un género definido. Editorial Universo de Letras, perteneciente al Grupo Planeta, tiene el inmenso placer de anunciar la salida al mercado de El diario de Hércules, una novela que funciona como una narración en técnicamente encaja dentro de la literatura de fantasía, pero que, en realidad, es mucho más. Muchísimo más. Hablamos de un relato que aparenta ser un cuento de imaginación desbordante, pero que cristaliza en un abanico de respuesta acerca de una eterna pregunta para la humanidad: el concepto del yo, quién soy y cuál es mi identidad.
Quizás podríamos referirnos a un género que se podría definir algo así como realismo onírico, ya que la inmensa mayoría de los personajes que aparecen en la trama se mueven entre lo que el común de los mortales denominamos realidad y lo que se entiende como un sueño. Cognitivamente, las fronteras entre el yo que duerme y el de la vigilia es algo que quedará a la elección del lector. No caben dudas de que se trata de una novela tremendamente inteligente y que planteará profundos debates internos a los lectores que muestren el arrojo de asumir este reto literario.
Fantasmas, espejos, payasos, dementes, alquimistas, reporteros, profetas, simios, echadoras de cartas, amigos imaginarios… La galería de personajes que inundan la narración es algo sencillamente prodigioso y que llevará al lector, con el denominador común del mundo del circo, de la mano a conocer realidades de las que nunca estará del todo seguro de su existencia. He ahí el reto. Para completar este genuino prodigio narrativo, el autor ha confeccionado un tiempo interno para la novela que atesora de la cualidad de ser relativo, dependiendo de quién sea el observador.
Pongamos un ejemplo: «Como en las viejas cintas de video, todo comenzó a girar hacia atrás: mamá, papá, Hércules, Pierrot e Irina, encerrados en burbujas de jabón, orbitaban a mi alrededor, y cuando el dibujante del que hablaba el espadista sacó su goma de borrar, las pompas explotaron y no hice nada por retenerlos. En alguna ocasión, leí que “el sueño crea monstruos que la razón no entiende”, pero yo no estaba dormido. Si no los conocí, alguien me habló de ellos, sus fantásticas vidas me conmovieron y seguramente mi enajenación los hizo suyos. La molécula de Dios, con todo su poder, era incapaz de crear personajes tan reales». Lo dicho, un prodigio. El firmante de la obra responde por el nombre de Rafael García de las Heras. Haría usted bien en no olvidar este nombre.
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