Universo de letras, abril 2024
Divinas Memorias: El filo de la tristeza arranca una saga firmada por un arqueólogo que busca combinar la fantasía con la historia y la filosofía
La Editorial Universo de Letras apuesta con firmeza por Adrià Esquembre Sellés (Dénia, 1998), un observador de la condición humana que nos habla de la pérdida, de la agonía y… de la constante búsqueda de una razón de ser .
Olvídese de los formatos que se supone que hay que emplear para esculpir una novela que alumbre el camino para llegar a ser un superventas en el actual mercado literario, atiborrado hasta los topes de constantes novedades, casi todas efímeras. Divinas Memorias es una saga de cinco libros, cuya primera entrega se titula El filo de la tristeza. Estamos, se puede afirmar con plena seguridad, ante un libro especial, todo un hallazgo literario. Usted se preguntará por qué: la respuesta es que su autor no es un tipo corriente: Adrià Esquembre Sellés trabaja en la arqueología desde los dieciséis años y es un impenitente buscador de la excelencia en las artes marciales.
A esa sucinta carta de presentación hay que unir el hecho de que el firmante de la obra es un formado historiador y un apasionado de la Filosofía, dos artes en las que las prisas no suelen ser buenas consejeras. El hecho de que corone su perfil con una gran capacidad de observar la condición humana hace que, cuando se sienta a escribir, la prosa fluya como debe y la documentación brille en todo su esplendor.
La trama nos habla de una joven que se ve conminada a cumplir un deseo de su abuela. Le pide que lea unos antiguos documentos, unas memorias en las que se revela la historia de Seyrath, un ignoto personaje que habita un mundo donde han sucedido episodios horribles. Tal relato servirá de espejo para que la protagonista de la novela entienda la historia de su propia familia y descubra su verdadera identidad. A caballo entre la narrativa fantástica y el thriller psicológico, nos encontramos ante una obra que aúpa a su autor como todo un alquimista del relato.
Antes de dar por cerrada esta nota, no estaría de más que echáramos un vistazo a la prosa, que se cincela casi como si de un campo de batalla se tratase. Por muchas cuestiones, podemos afirmar que estamos antes una obra erigida, como dicen los cubanos, con mirada larga… hasta alcanzar a los mismos dioses. «Me mostró la palma de su mano. La profunda herida que se había provocado hacía apenas un minuto ya no estaba. La cicatriz se estaba cerrando y no dejaba ninguna marca tras de sí. Era la misma capacidad que yo experimentaba». ¿Una novela inmortal? Amén.
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