Contraluz, noviembre 2021
Desmadre de Pamela Rodríguez ofrece una visión transgresora y descarada de la maternidad y el amor. El libro aborda asuntos de la maternidad de una forma honesta y abierta de los que habitualmente no se habla. La autora opina que es necesario repensar la figura de la madre en el momento actual.
Entre las numerosas situaciones descritas, Pamela Rodríguez destaca la dificultad para lidiar con esa obligación de ser feliz en un momento tan especial y por la falta de comprensión cuando no te muestras de ese modo.
Honestidad brutal. Y transgresora y descarada y desprejuiciada e incluso divertida para hablar de la maternidad y la pareja. Eso es el libro ‘Desmadre’, de la artista y empresaria peruana Pamela Rodríguez (Lima, 1983). Una obra que narra la historia de Camila, trasunto de la propia Pamela, que, divorciada y madre de una niña de ocho años, decide hacerse una cuenta de Tinder para reanimar su situación vital. En la aplicación de citas más popular en todo el mundo, la protagonista conoce y se enamora de Juan, un empresario de La Coruña. Unas semanas después de poder continuar su idilio ya sin pantalla de por medio, ambos se preparan para algo no previsto: van a ser padres.
El tono y la voz de Desmadre solo puede ser el de su autora porque, según ella misma confiesa, no sabría impostar otro para describir un asunto de este tipo. “Así soy yo: no me gusta guardarme nada ni contar mentiras. Conmigo no va la felicidad constante de Instagram. Puedo hablar en una conversación de amigos sobre lo que me agota la vida en matrimonio y eso no significa que yo no quiera a mi marido y no disfrute de nuestra relación. Vivimos en una sociedad que nunca antes había estado tan obsesionada con la felicidad como está ahora y con datos de incidencia de depresión tan elevados. Nos deprime eso: esa aspiración obsesiva a la perfección desde la maternidad o la pareja cuando la vida humana es imperfecta”.
Rodríguez reflexiona en su novela sobre la necesidad de repensar la figura de la madre en el momento actual. “Los roles de papá y mamá”, leemos en el libro, “son un invento de la sociedad. Lo único que nos diferencia es que yo doy la teta”. La madre, asegura la artista limeña, es un “objeto de juicio espantoso”. Se la juzga con severidad y se habla de la mala madre porque su papel se ha construido desde el deber frente al desentendimiento de ellos, que solo hasta ahora empieza a cambiar un poco. “El hombre”, añade, “tiene mérito si cambia pañales y resulta asombroso que eso sea digno de celebración cuando es un deber tan de ellos como de nosotras. No puede ser que unas se sientan egoístas por tener una vida propia y otros no experimenten ese sentimiento”.
Entre las múltiples situaciones que retrata el libro, están las ganas de llorar o quejarse tras el parto, el aborto, la gestión de las ausencias cuando los hijos ya acusan esas faltas, las complicaciones del parto, los posibles imprevistos en el quirófano, las bondades de la anestesia, el primer contacto con el bebé, el descontrol vital de los primeros meses tras el parto, la incomodidad con el propio cuerpo («sentirse como un tanque de leche») y de manera muy especial la obligación de ser feliz en un momento tan especial, y la falta de comprensión cuando no te muestras de ese modo.
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