Durante la mayor parte de La maldición de la Casa Grande, a través su relato, será María la Guapa quien en primera persona nos relatará la historia de Miguel Zapata a la vez que nos adentra en el mundo y las condiciones en que le ha tocado vivir. A lo largo del relato nos irá mostrando cómo es el paisaje, el ambiente, el duro trabajo de la mina y las condiciones de los que en ella trabajan desde muy niños, que en la mayor parte de los muchos casos poco se aleja de la esclavitud, rebajando la condición humana a la categoría de animal sin diferenciar entre adultos o niños. La miseria en la que los mineros vivían (eso sin contar que la mujer hubiese quedado viuda) llevaba a que los niños desde edades muy tempranas fueran «utilizados», porque no se puede decir de otra manera, para abrir galerías donde los adultos no cabían y acarrear piedras en un capazo quintalero que les sobrepasaba en mucho su peso.

Un trabajo del que los mineros siempre terminaban siendo víctimas, bien por un accidente que se produjera en la mina o por las enfermedades que contraían debido a la extracción del mineral y que acaban con ellos, o que en el mejor de los casos terminaban volviéndoles torpes o locos.

Pero no eran los hombres las únicas víctimas de este mundo, las mujeres lo pasaban aun peor, no sólo tenían que soportar la miseria en la que vivían, además sufrían el abuso de los que mandaban en esas tierras, los malos tratos de sus maridos y la inseguridad de perderlos en cualquier momento, lo que era aun peor ya que quedaban en la calle sin nada con lo que subsistir, y terminaba abocándolas sin remedio a prostituirse para malvivir.

En La maldición de la Casa Grande encontraremos gran número de personajes mezclándose los reales con los ficticios, estando todos ellos tan perfectamente definidos que nos será fácil reconocerlos. Unos personajes en los que vamos a encontrar extraordinariamente reflejados todos los elementos de la condición humana: el odio, la ambición, el poder, el amor. Unos personajes que sin duda no nos resultarán indiferentes y nos dejarán huella, por unos motivos u otros, entre los que sin duda Miguel Zapata nos impactará pero a mí Visitación Zapata me ha robado el corazón.

Se nota el trabajo que hay tras esta novela, no solo en la amplia documentación que Juan Ramón Lucas ha tenido que llevar a cabo para crear una ambientación como la que encontramos y los grandes los personajes que recorren sus páginas, también en la forma que está escrita. Una narración que no es lineal, ya que es como si María nos fuera relatando sus recuerdo según fueran viniendo, pero que lejos de ser caótica lo que hace es irnos adelantando sucesos que deja para después creando en el lector una expectación sobre la historia, sobre esa maldición que recae sobre los Zapata y que María intenta que no recaiga también sobre su hijo.